domingo, 15 de mayo de 2011

Estado del Arte

DESARROLLO DE UNA DISCUSIÓN BIBLIOGRÁFICA

"Emociones y Lenguaje en Educación y Política", de Humberto Maturana. "Los siete saberes necesarios para la educación del futuro", de Edgar Morín.

El libro de Humberto Maturana lo consideramos un complemento a lo que menciona Edgard Morín en su obra “Los Siete Saberes de la Educación”.
El argumento que sustenta lo afirmado en el párrafo anterior está dado por el análisis que hace Maturana sobre el error que existe en la cultura social de declararnos seres racionales, desvalorizando, por lo tanto las emociones, sin percatarnos que ambas están presentes entrelazadas en nuestro diario vivir, y  no nos damos cuenta de que todo sistema racional tiene un fundamento emocional. 
Por otro lado, recordemos que Morín en su primer saber de la Educación, “Las Cegueras del Conocimiento”, menciona que no hay un estado superior de la razón que domine la emoción sino un lazo intelecto-afecto, y de cierta manera la emoción es indispensable para el establecimiento de comportamientos racionales. Además, distingue entre racionalidad y racionalización. La racionalidad es abierta y permite el diálogo con la realidad y la  racionalización es cerrada, no visualiza la posibilidad de errores.

Maturana afirma que las cosas dichas con enojo tienen una potencia, un valor, o una respetabilidad distinta de aquellas dichas en la serenidad y en el equilibrio, no porque una cosa dicha en el enojo sea menos racional que una dicha en la serenidad, sino porque su racionalidad se funda en premisas básicas distintas, aceptadas a priori desde una perspectiva de preferencias que el enojo define.

Haciendo el paralelo con Morín, éste declara que la facultad de razonamiento puede ser disminuida y hasta destruida por un déficit de emoción; el debilitamiento de la capacidad para reaccionar emocionalmente puede llegar a ser la causa de comportamientos irracionales.

Ambos autores refieren que las ilusiones, los errores y las equivocaciones son siempre a "posteriori" y que los seres humanos no pueden distinguir en la experiencia entre ilusión y percepción.

También Maturana hace un análisis de la evolución desde un punto de vista biológico con el fin de introducir el concepto de  competencia, la cual se da en los seres humanos, indicando que la misma ocurre en el ámbito cultural humano y que implica contradicción y negación del otro; no se da en el ámbito biológico.

Haciendo un paralelo con Morín, en su desarrollo del saber “Enseñar la Identidad Terrenal”, realiza un análisis relacionando al hombre, al igual que Maturana, desde lo biológico y cultural.


Enfocándolo a la competencia, Morín, en uno de sus tópicos, menciona cómo el mundo cada vez más se vuelve uno, pero al mismo tiempo se divide. Explica los antagonismos que han surgido, haciendo que exista una supeditación de uno sobre otro, de la imposición del más fuerte sobre el débil, ambicionando la riqueza de los pueblos, imponiendo una cultura sobre otra, posicionando los intereses económicos y estratégicos por sobre la condición humana, no importando tener que arrasar con etnias y/o pueblos enteros, explotando y degradando al ser humano como tal. Una competencia desleal, injusta y poco equitativa, donde sólo el más fuerte y con más recursos tiene asegurada la carrera.

Nos habla de las emociones, el amor, la aceptación del otro, del mundo que queremos para educar a los niños, de la educación como un proceso continuo que dura toda la vida y cómo nuestro vivir va a determinar la educación de otros. Lo que viene a complementar, en aspectos más acotados lo que Morín analiza en “Enseñar la Identidad Terrenal”.
Tanto Morín como Maturana se refieren al campo individual y social (unidad/diversidad). Las personas son seres multidimensionales y las relaciones sociales están dadas en la aceptación del otro como un legítimo otro en la convivencia. Maturana hace énfasis en el amor como elemento indispensable en la vida del ser humano, constituyendo éste el fundamento de la ética.
Con respecto a la democracia, ambos autores concuerdan que nadie es dueño de la verdad, ya que la vida democrática se basa en la diversidad de ideas e intereses exigiendo la reflexión y la aceptación del otro.



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